Fórmulas infalibles para destruir empresas y autónomos

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Jerónimo Parra Castaño

Presidente de AESOM, Asociación Provincial de Empresas Subcontratistas de Obra Civil y de Maquinaria para movimientos de Tierras de ASEMPAL.

¿Se imaginan que en la lista de los libros más vendidos de este país apareciera el que propongo irónicamente como título de este artículo? “Fórmulas infalibles para destruir empresas y autónomos”.
Pues no se extrañen, porque a la vista de los despropósitos que rodean el mundo de la empresa en una situación económica tan crítica como la actual, debe estar escribiéndose ya el epílogo.
El primer capítulo, por ejemplo, podría versar sobre la liquidez. Si te quieres cargar una empresa, por ejemplo del sector subcontratista, córtale el grifo del crédito de raíz. Elimine su financiación habitual o empeore las condiciones de sus créditos y así, aunque una pequeña empresa sea viable o cuente con una buena estructura se verá abocada a la desaparición.
El siguiente podría estar dedicado a los impagos. Una vez que la falta de liquidez esté mermando las fuerzas de la empresa, lo mejor es no pagarle lo que le deben. De hecho, las administraciones podrían ser líderes en morosidad pública.
Además en un alarde de responsabilidad, propondría el trasvase de una directiva europea y aprobaría una Ley contra la morosidad, con un plazo máximo de 30 días para las administraciones y de 60 para las empresas. Y en lugar de cumplirla, pagaría a los 153 días, como es el caso de Andalucía, 125 más de lo establecido por la ley, aún sabiendo que por cada 500 euros de impagos que acumula una empresa, tiene que aumentar sus ventas en 10.000 euros para compensar ese agujero.
En otro de los capítulos de ese hipotético libro, y para que fuera más efectiva la asfixia del autónomo le aplicaría la fórmula de freírle en cargas fiscales o impuestos y exigirle el pago del IVA adelantado de facturas que aún no ha cobrado y que incluso no sabe si va a cobrar (como agua de mayo estamos esperando la promesa del Gobierno del IVA pagado con factura cobrada). Una formula que, unida a la morosidad pública, demostraría que en este país aún hay clases.
Otro de los capítulos estaría enfocado a las situaciones abusivas. Una vez que la pequeña empresa ha entrado en una fase de “anorexia económica”, intentaría que las grandes corporaciones empresariales, principales adjudicatarios de las escasísimas obras de infraestructuras que hay en marcha, ofertaran condiciones económicas leoninas, colocando a las empresas subcontratistas de Almería en una situación de indefensión y a un paso de su extinción.
También incluiría apartados especiales dedicados a los “truhanes” de las cartas marcadas de la competencia desleal y la economía sumergida; a la burocracia de la maquinaria administrativa que ahoga cualquier atisbo de generar actividad económica y a la indolencia de la administración para impedirlas.

Y con vistas al futuro, en lugar de fomentar el espíritu emprendedor y valorar al empresario, generaría confusión y denostaría el papel del empresario en la creación de bienestar y empleo.

Es más, desterraría de todo el sistema educativo y formador de nuestros jóvenes, la imagen de aquellos hombres y mujeres, empresarios, que hacen números por la noche para ver si pueden salvar puestos de trabajo y se arruinan en una crisis que se lleva por delante todo su patrimonio después de una vida en la que no han hecho más que trabajar. No hay mejor fórmula para crear bienestar y empleo que apedrear y desacreditar a quienes lo crean.

Y finalmente, dedicaría el capitulo de agradecimientos a todos aquellos representantes políticos, de uno y otro partido, que durante los años de bonanza económica no sacaron adelante las infraestructuras de comunicaciones que tanto necesita Almería para ser competitiva.

Sí, creo que éstas serian algunas de las hipotéticas fórmulas para destruir empresas y empleo. Lo peor es que no son ciencia ficción.

No hay cambios.

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